Diana en el tiempo de las mariposas

| Por Mayra Lucio | Fotos: Emergentes |

El pasado 18 de junio fue la sentencia del tribunal que dictó condena a Gabriel David Marino, el travesticida de Diana Sacayán. A casi dos meses de la sentencia ¿qué cerró y que nos queda abierto?

El cuerpo de Diana dejó un mensaje ya repetido, por tantas compañeras travestis asesinadas, un mensaje de odio, ejercicio de poder y expulsión absoluta del mundo. Trece puñaladas entre múltiples laceraciones y rastros de un ataque que tuvo que ver con quien ella era. Su muerte dejó un tendal de afectos cercanos y lejanos, agujereados por la noticia pero que pudieron sobreponerse al dolor para organizar la búsqueda de justicia. Y digo organizar porque nada nos sale gratis a lxs de abajo, el poder judicial no nos iba a conceder una mirada justa, la justicia la logramos arrancar con un esfuerzo de más de dos años. Un esfuerzo cuyo soplo inicial fueron las indicaciones de Lohana Berkins y la necesidad de encuadrar lo justo bajo el título de “travesticidio”. Porque a las travestis y trans las matan sistemáticamente,  porque hay un odio particular hacia ellas, un odio que convive con la violencia de género que padecemos todas las mujeres y lesbianas, en tanto cuerpos-géneros feminizados.

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Norita Cortiñas en el día que condenaron a Gabriel Marino a prisión perpetua por el travesticidio de Diana Sacayán | Foto: Emergentes

El hermano de Diana y actual coordinador del M.A.L. (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación, fundado por Diana y sus compañeras travestis matanceras), Say Sacayan junto a familiares y amigxs encabezó la Comisión de Justicia por Diana Sacayán, que contó con una abogada feminista lesbiana, guerrera para la pelea que había que dar, Luciana Sánchez. Este verano hubo un llamado a las organizaciones que quisieran acompañar el juicio, reuniéndose para organizar lo que sería la querida radio abierta y el festival que daría calor al duro proceso que iba a comenzar. Fue un travesticidio, se convirtió en consigna de este proceso, consigna política ya sostenida por la misma Diana, al llevar un cartel en el primer Ni una menos, que pedía Basta de travesticidios. Caracterización política que debía transformarse en figura jurídica, para empezar a poner límite a la impunidad de la violencia que cuando no se nombra, menos se reconoce.

35835961_787485251457299_364079120641949696_oFui todos los días de juicio, casi todos estuve afuera, en la radio abierta que sostenía el grito cuando las paredes heladas de tribunales lo impedían, recibían a lxs familiares y amigos, cuando salían de horas de escuchar la letra judicial acartonada más dura que el mármol. Hacia el final pude asistir desde adentro a algunas de las últimas audiencias. Dos veces entré al recinto, de cruz cristiana descolgada y apoyada de costado en horizontal, desactivando simbólicamente la moral que nada tenía que hacer en un espacio de justicia y activando el laicismo, necesario para una mirada desprejuiciada, la otra cara de la moneda.  Afuera se habitaba el espacio con cantos, palabras, fanzines y hamburguesas veganas, sosteniendo el tiempo hasta ese abrazo. Pienso en las banderas políticas, aquellas del arco de la diversidad, feministas, de ddhh, travas, abolicionistas, de izquierda, peronistas, todas pudieron convivir con amorosidad colgaditas de las rejas precarias de la plaza.

Luego de las sucesivas audiencias que tomaron testimonio a testigos y peritos de pruebas, vinieron los alegatos. Tres querellas: la familia, el  INADI y la UFEM (Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres) construyeron un trabajo sólido que al tiempo de acusación contra Marino, develaba la historia siniestra de nuestra sociedad, esa historia de binarismo forzado y odio a lo que no encaja. Esas querellas que lograron que la palabra travesticidio fuera considerada por primera vez por tres personas que ocupan el cargo especialísimo de jueces. A pesar de una defensa fuerte -que para quienes no estamos acostumbradxs a estos “rounds” como yo significó verlo tambalear todo, los jueces interpretaron por mayoría que efectivamente fue un crimen de odio, también encuadrado como violencia de género. Así, le dieron al travesticida David Marino la condena solicitada de cadena perpetua.

Hubo lágrimas, alivio y si se puede llamar, alegría ante el logro, a la sensación de que la justicia reconociera lo justo como pocas veces nos pasa, por celebrar la memoria de Diana viva, por saber que es parte de un camino para que dejen de pasar las muertes, la impunidad, el odio. Corrieron los abrazos, que fueron eternidad, sentí que todxs respirábamos más fuerte, como alguien que saca la cabeza afuera del agua después de mucho estar abajo, como empezar a respirar de nuevo.

Así, un concepto político se tradujo en concepto jurídico, y este sirve para caracterizar el travesticidio como fenómeno social, para ponerlo sobre la mesa, para desnaturalizarlo, para denunciarlo. Con este veredicto también se dejó precedente de que ambas figuras, la de violencia de género (artículo. 80 inciso 11) y la de crimen de odio  (artículo 80 inciso 4) pueden funcionar para ambos colectivos, de mujeres y travestis. Además, fue un reconocimiento material, donde una travesti pasa a reconocerse como sujeto del sistema de justicia y no como objeto de acusación y persecución, estigma al que siempre fueron relegadas. Por una vez, los privilegios no tuvieron lugar, y ganaron las agallas del jurado respaldado por lxs familiares, amigxs y comunidad que acompañó. Por estos logros, ese día escuché decir “Diana se salió con la suya”, al haber sentado semejante precedente de derechos humanos para sus compañeras. Sentir que Lohana estaba ahí presente, entre nosotrxs, hablando y celebrando, con orgullo de lo que logramos.

El día de la sentencia, fue histórico a nivel mundial por algo de lo que Diana también habría celebrado: la Organización Mundial de la Salud quitó la transexualidad de los diagnósticos patologizantes, como enfermedades mentales y desorden de identidad de género, un fuerte reclamo de la comunidad LGTBIQ.

A Diana la mataron una noche de primavera, nos la arrancaron del mundo, y no la tuvimos más con nosotrxs. Se replicó de mil maneras, pero no está. Me incomoda la retórica de que las muertes sirven para algo, para luchar, para enseñar o dejarnos algo para que el mundo sea mejor. La muerte no sirve. No hay utilidad ni aprovechamiento. Porque la muerte nos iguala en un sinsentido de una manera aplastante, nos ocurre, tarde o temprano. La única gran diferencia está en si la muerte sucede porque es parte del proceso vital o de una fatalidad, o porque alguien decidió quitarnos la vida con odio y violencia (de qué otra manera). Expresada la incomodidad de las lecturas utilitaristas sobre la muerte, sí es posible entender que con el infinitamente doloroso asesinato de Diana pasaron cosas, cosas que quedan en la historia de lucha trava y feminista y que indirectamente favorecerán a hacer de este mundo un lugar más vivible para lxs que quedamos aquí. Su hermano Say Sacayán pudo decir y en su voz nos hacemos eco todxs, que se hizo justicia. La vida de Diana fue un largo recorrido de militancia y de alguna manera su muerte implicó continuar con su vida, con sus búsquedas y luchas. Su referencia política y su crimen, son irremediablemente políticos. En este sentido, Diana nos deja un legado a seguir, un mensaje, un camino de militancia activa.

35553447_787484764790681_7568157435580383232_oQuedan muchos pendientes, se sabe que David Marino no estuvo solo, es coautor del travesticidio de Diana, y por eso este veredicto no es un final sino parte de un proceso más largo de pedido de justicia. La investigación seguirá su curso hasta dar con el otro responsable. Mientras tanto, en esta serie de acciones de visibilidad, el pasado 28 de junio, se celebró el Día del Orgullo LGTBIQ que a nivel local ha enraízado en la Marcha Contra los Travesticidios, una de las estrategias políticas salidas de la Comisión de Justicia por Diana. Este año fue la tercera vez que se hizo, donde además del grito de basta de travesticidios, una multitud pidió por trabajo, salud, educación y garantía de ddhh. También, resta que se implemente la Ley de Cupo Laboral y que se apruebe la Ley de reparación para travestis y trans que sufrieron violencia institucional a causa de la discriminación por su identidad de género. Finalmente, el pasado 13 de julio, el M.A.L. anunció que presentó el proyecto de Ley por el Cupo laboral travesti trans a nivel nacional, que llevará el nombre de Diana Sacayán al haber sido ella quien impulsó y logró su legislación en la provincia de Buenos Aires.

Diana vive ¡la lucha sigue!

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